lunes, 26 de abril de 2010

LA SANGRE VINO


LA SANGRE VINO 

A nuestros muertos 


La sangre vino.

Nadie la esperaba. 

La esperábamos todos. 

Un sábado por la tarde. 

O un lunes por la mañana. 


La sangre vino. 

La visible tiniebla 

de la sangre 

enturbió 

los papeles muertos, 

el pretérito barro de las calles, 

la triste anatomía de los cuartos 

alumbrados con velas. 


Desfondada, 

estallada, 

remordida, 

vino la sangre. 

Sin epifanías, 

sin anunciaciones, 

zumbada y tumbada, 

vino la sangre. 


Y se sentó a tu mesa, 

a la mía. 

Brindó  con la  vigilia impuesta 

del ojo que extravía el sueño, 

del ojo que resbala 

por un cuerpo sin boca 

donde revienta el grito. 

Para adentro. 


La sangre vino. 

Los que viven 

entre cuatro paredes de agua, 

entre cuatro paredes de viento, 

entre cuatro paredes de no veo, 

no escucho, 

no digo, 

abrieron las puertas de los otros 

-de nosotros- 

para que la sangre venga.


La sangre vino 

y no hay nadie 

para decirle que se vaya.




Arte: "Dark Pop Surrealism Blood", Barbara Agreste


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