miércoles, 21 de agosto de 2013

SIT TIBI TERRA LEVIS


SIT TIBI TERRA LEVIS



I

Las sombras me devuelven

un vacío de horas.

Hay flores que nacen en mis manos

y se mueren sin tocar

el cráneo que se desdice en el polvo.



II

La sangre detenida

arropada

por un cuerpo muerto.

Los ojos son peces de barro,

sin alas.

Desnudos entre las raíces.

No lejos de la noche.

No lejos del silencio.



III

Pequeños escarabajos trazan

la ruta de la carne deshecha.

Se albergan en la garganta.

Mínimos comensales que cantan

la lucidez del miedo.



IV

Los postergados pretenden  bautizar

aquello que no existe.

No son.

No saben.

Los encomendamos al olvido.

Empaquetados con madera.

Estampillados con lágrimas.



V

Cadáveres hambrientos

hacen pie

en una cornisa de bruma.

Muerden lo poco

que nos queda en el alma.

Vampiros sustitutos

acopiados en la ciénaga.

Nos comen

Nos beben.

Sin hostias.

Sin altares.



VI

Ellos supuran historias,

segregan jugos cariados.

Como una boca enorme

que se aprieta contra la noche.

Acechando

detrás de cualquier puerta.



VII

Ningún animal es distinto a otro.

Todos bullen

su carnalidad inexorable.

Todos trepan

el hilo desesperado.

La hora de la estaca

ultimando el latido.



VIII

Lenguas espesas,

poros dilatados

en una temperatura sigilosa.

Pegados a la tierra como imanes.

Emancipados

de todo sentimentalismo.

Están

en la página en blanco.



IX

Una jauría de recuerdos

abriendo intenciones.

La intención de la flor como tregua.

La intención del pájaro como excusa

para habitar

un espacio vivo.



X

Todos se parecen un poco a mí.

Han descartado la inocencia inicial

y se pudren

circundados de ausencia.



XI

Un olor ocre se descalza

en la pálida  conciencia ósea.

A babor, las últimas voluntades.

A estribor, las cuerdas rotas de la memoria.

La proa es,  siempre, una mujer que llora.



XII

No hubo ni habrá.

Todo se reduce

a un viento que se come solo,

a un agujero donde las uñas crecen,

a un juego de símbolos que espera

unos pasos adelante.



XII

Ellos chorrean desamparo

como canillas rotas.

Son piezas sueltas que no alcanzan

para armarnos la vida.



XIII

Todo lo habitado

(todo lo cantado)

se extingue

de hueso en hueso.

Nos queda rezar un cuerpo.

Nos queda la niebla

en la rosa de los vientos de sus enunciaciones.



XIV

Hacer una fogata con sus manos.

Hacer una fogata con todo lo que tiembla.

Reducir el dolor

a un puñado trivial de hojas secas.



XV

Los muertos van y vienen.

Circulan nuestras venas.

Nos toman por sorpresa

y nos atragantan

con nuestras perdices.

¿Qué es eso de pretender ser felices

con un agujero en el alma?



XVI

Para ellos,

ni una moneda de luz.

Para nosotros,

una gesto de alarma siempre en tránsito.



XVII

 La sed me desnuda.

Es un trapo ocioso

que  cae,

un párpado de hormigas fatigadas.

Me pruebo la tierra,

el traje de los otros.



XVIII

 ¿Y cómo llegó el final?

¿Lleno de rostros antiguos?

¿Con el gesto húmedo

que manotea un ahogado?



XIX

 La falta es constante.

La estrechez

en todos los rincones del cuerpo

espoleando el duelo.

Un jazmín justiciero

de este lado del mundo

no alcanza.



XX

Que la tierra te sea leve.

Que el gusano te sea leve.

Que el filo de tu mueca no me parta

en dos mitades tristes.



Arte: Sylvia Ji

Mención  Poesía X Concurso Internacional Hespérides de Cuento y Poesía, Ediciones Hespérides, La Plata, Bs. As. (2012)


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