martes, 1 de diciembre de 2015

CAROLINA - 16 días de activismo contra la violencia de género


CAROLINA

Catorce.
Apenas catorce años tenía cuando lo conocí. Él tenía diecisiete. Nos cruzamos en la casa de un amigo que teníamos en común, en una fiesta. Nos enamoramos enseguida. Y nos hicimos inseparables. Fabián estaba siempre pendiente de mí. Íbamos a la escuela juntos. Me acompañaba a todas partes. Y me escribía unas cartas tan lindas. Llenas de corazones y promesas de una maravillosa y compartida.

"Son como las 12.30 y estoy acostado en mi cama, no tengo sueño. Quería escuchar un poquito de música. Y como no podía ser de otra manera, me empecé a acordar de vos, bebé. Te extraño muchito y tengo ganas de bailar con vos y después dormir bien juntitos" (…) 

"Princesita de mi vida, osita de Peluche, corazón con patas, viste que pese a todos los obstáculos, a la distancia y las circunstancias, el amor de nosotros pudo más.”

"Bebé, quiero que sepas que, a pesar de que siempre haya algo entre nosotros tratando de separarnos, te voy a amar. Y aún cuando vos te canses de no poder hacer nada por mi culpa y me dejes, yo voy a seguir amándote".
  
Las cartas eran muy lindas, sí. El noviazgo, no tanto. Fabián era muy celoso. Estaba convencido de que yo lo engañaba. O de que no faltaba mucho para que lo hiciera. Hasta que un día, en medio de una discusión, me pegó una cachetada. Yo me quedé helada. No lo podía creer. Me puse a llorar desconsoladamente. Él se mostró arrepentido. Me pidió que lo perdonara. Me juró que nunca más iba a dañarme. Me mintió, claro. Los golpes se hicieron cada vez más frecuentes. Los pedidos de perdón, también. Y yo lo perdonaba, lo perdonaba siempre. Estaba enamorada de él. Era mi novio. Mi amigo. Mi primer hombre. Y le creía. Necesitaba creerle.

En Mayo de 1996, Fabián y yo estábamos separados, como tantas otras veces. Él me había partido la nariz de una trompada, en un arrebato de celos. Yo había decidido alejarme. Sólo nos veíamos en el colegio. Le había pedido a mi papá que me llevara y me fuera a buscar a la escuela, para que no hubiera oportunidad de quedarme a solas con él. Pero el lunes 27  me convenció para que lo acompañara a su casa. Su familia no estaba. Hicimos el amor. Fabián insistió para que no nos cuidáramos: quería que yo quedara embarazada esa misma noche. Le dije que estaba loco. Faltaban pocos días para mi cumpleaños de dieciocho. Era muy joven. Ser madre no estaba en mis proyectos inmediatos. Ni siquiera sabía si quería tener con él una reconciliación definitiva. Estaba cansada.
Él se puso como loco. Volvió a golpearme. Fue hasta la cocina, volvió con un cuchillo, y me asestó una puñalada en el cuello. Detrás de esa, vinieron 112 más. Para atacarme, usó tres cuchillos diferentes y un formón de carpintero. Los cuchillos se rompían a medida que destrozaba mi cuerpo y él volvía a la cocina a buscar más. Con el formón dio por terminada la tarea. Mi cuerpo quedó tendido en el piso, boca abajo, hecho un bollito. Bañado en sangre.
  
Diecisiete.
Apenas diecisiete años tenía cuando él me mató.



16 días de activismo contra la violencia de género


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