miércoles, 31 de agosto de 2016

COMENTARIO SOBRE "INTERRUMPIDAS" POR LILIANA SOUZA


yo vuelvo

La muerte nos hace crecer.   Mejorar la forma de ver ciertas cosas, tan cotidianas y tan aprehendidas. Tan naturalmente allí, que se vuelven imperceptibles, olvidadas, invisibles.  Muerte ajena, claro.
La palabra de Raquel Graciela Fernández tiene ritmo, cual la vida.  Cual los abismos que se abren entre lo que se desea y se dice, entre lo que se piensa, se siente y, luego, se escribe. 
A lo largo de “Interrumpidas”,  su escritura se mantiene intacta, como una mortaja sobre un cadáver que sólo se corrompe.
La que escribe,  parece ser una testigo que observa desde un preciso punto de vista y deja que ese sitio, ese lugar del mundo en el que se instala, se impregne con su modo de mirar.  Su modo de comprender a otras mujeres que, comenzaron a decir,  cuando se les impuso el silencio más perpetuo.
Oriel.  Cecilia.  Alicia.  Jimena.  Nair.  María Soledad.  Carolina.  Natalia.  Natalia II.  Marita.  María Marta.  Lucila.  Natalia III.  Marela.  Fernanda.  Florencia.  Paulina.  Nora.  Rosana.  Sofía.  Soledad.  Wanda.  María.  Candela.  Ángeles.  Juana.  Priscila.  Yanela.  Melina.  Lola.  Chiara.  No son nombres, son ausencias que hacen nudos, y la poeta intenta rescatarlos con la poesía que, apenas se construye con retazos.   Una voz,  un sonido para alumbrar tanto dolor con tanta belleza.     

la pequeña muerta
definitiva como el olor de una mujer
después de haber amado

La pequeña muerta,  se multiplica.   Es indudable la crudeza de este poemario.  Hay en él, algo de luz, un poco de barro, mucho de silencio.  Debió serle difícil a Raquel adentrarse con sutileza en los escombros.  Buscar, quizás con las manos unidas en acción de rezo,  las palabras profundas que imploren o evoquen.  Las palabras que tengan el filo,  de un cuchillo de caza.

Yo soy el verbo dolorido
que conjugaste a golpes.
Yo no estoy muerta, no.
Yo vuelvo.

“Interrumpidas” es un libro imprescindible, casi un tejido.  Un tejido espeso.  Una tela mojada que se sacude.  Una concepción de muerte,  con su inmensa carga de malentendidos.
Hay que dejarse atravesar.  Hundirse.  Quedarse a solas, en lo más solo de uno mismo.  Como las pequeñas muertas, tatuando a ciegas una nueva línea de vida, cuando dicen y repiten: yo vuelvo.

Liliana Souza




Liliana Souza 

Nació en Avellaneda (provincia de Buenos Aires, Argentina) en 1958 y reside en Bernal, Quilmes. Ha publicado en diversas antologías y revistas literarias. Por su labor poética obtuvo varios primeros premios a nivel nacional, a los que se suman reconocimientos en España y EE UU. Coordina Talleres Literarios y  Talleres para Adultos Mayores con el fin de ejercitar el área cerebral. Ha publicado los poemarios “Esa otra forma”  (Ediciones del Dock,  2010) y "Cuarto de costura" (Ediciones del Dock,  2012).


Arte: "Crucified Woman", Almuth Lütkenhaus (Emmanuel College,Toronto, Ontario Canadá)

martes, 30 de agosto de 2016

ASUNTOS DE FAMILIA


ASUNTOS DE FAMILIA

Papá tuvo el mal gusto de morirse
con todos los papeles patas para arriba:
algunos billetes debajo del colchón
y muchos billetes volando de mano en mano
como pájaros de viento
(y esas manos que se cerraron
y atraparon los billetes/pájaros:
para eso están los amigos,
para llorar en los velorios y no honrar las deudas).


El abuelo tuvo el mal gusto de seguir fumando en pipa
mientras a nosotros nos empapaba
la lluvia del miedo.
Pero ése no fue el peor de sus malos gustos:
también salió a cazar billetes ajenos
(y ese colchón que no servía
para detener la hemorragia de pájaros,
y nosotros que no teníamos vacaciones).
Un televisor color para el Mundial ‘78
le lavó un poco la conciencia.
A nosotros nos dio lo mismo
porque no nos interesaba el fútbol.


La abuela tuvo el mal gusto de llorar, llorar y llorar
y no percatarse jamás
de que nosotros también estábamos llorando.
Dejamos de ser los hijos de su hijo
y nos convertimos en pequeños abortos de dolor,
embriones tristes atrapados en frascos de cristal
a los que no había que mirar nunca
(y nosotros que no teníamos zapatillas,
y ese televisor color que no servía para nada
porque los dibujitos eran en blanco y negro).


La tía tuvo el mal gusto de gritar y desmayarse
porque se había muerto su hermano,
y de volver en sí para decirnos
si no viven  acá
no van a tener más ropa nueva,
no van a tener más juguetes nuevos,
olvídense de los cumpleaños,
olvídense de Santa Teresita,
van a ser putas como su mamá
(y nosotras que no sabíamos qué era ser putas
y mi hermanito que no sabía nada
porque tenía cinco años).


El tío tuvo el mal gusto de secundar al abuelo alegremente
en la cacería de billetes ajenos.
Después se hizo un chalet con techo de tejas
y dos baños,
y siguiendo la línea del mal gusto
plantó una perdiz embalsamada
en la habitación principal de la casa
(y nosotros que sentíamos pena por la perdiz
y nos daba impresión,
y ellos que no la vayan a tocar,
y nosotros que no la tocamos ni locos).


Mamá tuvo el mal gusto de elegir
a la peor familia política del mundo.
Pero cuando se lo reprochamos nos dice que no.
Que ella no los eligió.
Que ella eligió a papá.
El que tuvo el mal gusto de morirse
con todos los papeles patas para arriba.  


Arte: "Ritratti", Michela Bulfalini

Del poemario "Pretty in pink" (2016)

domingo, 28 de agosto de 2016

ARAÑAS VERDES


ARAÑAS VERDES


La Muerte siempre estuvo ahí.

Siempre.

Fue una vecina más cuchicheando en las esquinas del barrio

cuando el pibe de los ojos increíbles se ahogó en la tosquera

(el pibe tenía catorce años y vos apenas siete,

pero te gustaban esos ojos calientes como arañas verdes).

Él no te había mirado nunca

(cómo te iba a mirar,

tan chiquita,

con esas patitas flacas y el pelo demasiado corto,

y el álbum de figuritas con brillantina al que le faltaba la más difícil

siempre debajo del brazo),

pero pasaron cuarenta años

y cada vez que un pibe se va así,

engullido por ese sacrificio urbano

que convenimos en llamar accidente,

soñás con arañas verdes.

Arañas que trepan por tu cuerpo nuevamente niño,

se enredan en tu pelito corto

y  hacen agua en tu mirada para llover su dolor toda la noche.

Para llover toda la noche los recuerdos

que no serán nunca

y la impotencia de saber que Ella siempre estuvo ahí,

que siempre va a estar ahí,

cuchicheando con las vecinas,

mientras alguna madre descuelga de su útero

una guirnalda de mariposas rotas.




Del poemario "Pretty in pink" (2016)

viernes, 26 de agosto de 2016

MUESTRA ITINERANTE DE ARTE "INTERRUMPIDAS"


Con la fiscal del juicio a los responsables del asesinato de Yanela Medina, Dra. María de los Angeles Attarián Mena


Con la Directora Nacional Nacional de Asistencia Técnica del Consejo Nacional de Mujeres dependiente del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales de Presidencia de la Nación, Dra. Heidi marina Canzobre


Con Gustavo Melmann, papá de Natalia, asesinada en Miramar en febrero de 2001 y miembro de la Comisión contra la Impunidad dependiente de laSecretaría de Derechos Humanos de la Nación


  Con la Directora General de Politicas de Genero y Familia de la Municipalidad de Quilmes, Ileana Lucia Lingua; la Directora Nacional Nacional de Asistencia Técnica del Consejo Nacional de Mujeres dependiente del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales de Presidencia de la Nación, Dra. Heidi marina Canzobre; el presidente de la Asociación Civil Inseguridad Cero: Exclusión Cero, Fernando Ricardo Cáceres ; el director del Hospital Evita Pueblo de Berazategui, Dr. Rodrigo Castañeda

jueves, 25 de agosto de 2016

ANGELITO DE CHARLIE


ANGELITO DE CHARLIE

Vos jugabas a ser un angelito de Charlie,
un angelito glamoroso peleando del lado de los buenos.
“Mirá que hay malos malísimos pero ninguno puede conmigo.
Mirá qué bien juego al tenis.
Mirá qué divina me queda la bikini.
Mirá que yo no quiero ser Sabrina porque no es tan linda
y usa el pelo demasiado corto
y a mí me gusta tener el pelo largo, largo,
como Rapunzel o como Lady Godiva…”
(a  veces te imaginabas cabalgando como la preciosa condesa
y cómo te miraban los hombres,
desnuda debajo de tu pelo). 


Angelito de Charlie, yo no sé cómo hiciste
para que el dolor no te manchara,
para no ahogarte, como Alicia, en tus propias lágrimas,
para conservar incontaminada tu rutina de escuela,
pan con manteca, arroz con leche me quiero casar
y tardecitas caminadas en puntas de pie
porque la abuela dormía la siesta.
Angelito de Charlie, fuiste una heroína con todas las letras
(siempre la más fuerte de las dos):
los malos no pudieron,
la Muerte no pudo;
nadie se comió tus perdices,
nadie te quitó la voluntad de mirar el mundo
con ojos de caleidoscopio.


Vos jugabas a ser un Angelito de Charlie
pero yo creo que eras un angelito de verdad
(a pesar de cómo te miraban los hombres
desnuda debajo tu pelo,
si al final lo mejor de esa fantasía inconfesable
era andar a caballo
y tener el pelo largo, largo). 




Arte: Charlie's Angels Kelly Doll

Del poemario "Pretty in pink" (2016)

martes, 23 de agosto de 2016

miércoles, 17 de agosto de 2016

SOBRE LA POESÍA DE PAOLA IPPOLITO


SOBRE LA POESÍA DE PAOLA IPPOLITO

Hace poco menos de diez años, antes del boom de las redes sociales y en pleno apogeo de los blogs personales, muchos de ellos dedicados a la literatura, recibí un mensaje de una escritora a la que no conocía pidiéndome algún consejo acerca de cómo dar a conocer su trabajo en la web. Le respondí desde mi experiencia como poeta y bloguera y, a partir de ese momento, entablamos una amistad que fue afianzándose con los años. La chica en cuestión era Paola Ippolito y me permito contar esta pequeña anécdota porque, al igual que ella, no creo en las casualidades. Que nuestros caminos se cruzaran, que descubriéramos la una en la otra inquietudes afines, un mismo modo de encarar la palabra y un mismo modo de vivenciar el hecho poético, como vehículo de sanación y cambio, de visibilización de situaciones que nos afectan como sociedad, de herramienta de lucha, no es casual. No es casual que yo esté escribiendo estas palabras sobre una poeta y  mujer a la que admiro y quiero, y cuyo trabajo me conmueve y me sorprende día a día.
La poesía de Paola Ippolito es una poesía visceral y hondamente comprometida. Una poesía que trasciende las experiencias personales y se enfoca allí donde la sociedad tiene una herida que debe y merece ser sanada. Un grito donde la hermosura y el talento se conjugan para llamarnos la atención acerca de situaciones dolorosas y, asimismo, un bálsamo para ese dolor que nos atraviesa como ciudadanos y, sobre todo, como hombres y mujeres de bien. Paola se adueña de la palabra, la trabaja con celo de orfebre, y nos ofrece una poesía que impacta no sólo por su contenido sino por la delicadeza y la belleza con la cual ese contenido es presentado. Ricas metáforas, musicalidad y cadencia, profundo lirismo, se conjugan en cada poema y ponen de manifiesto una voz imprescindible en el panorama poético actual.
Paola es una mujer que ha sabido hacer de la poesía un vínculo con aquellos que sufren. Que ha llegado con su voz a muchas personas que no se acercan habitualmente al hecho poético pero que se han visto contenidas y abrazadas por su palabra. Personalmente, considero, en consonancia con el inmenso Nicanor Parra, que la poesía no es un objeto de lujo, sino un artículo de primerísima necesidad. Un artículo que debe ser lo suficientemente poderoso como para romper el círculo vicioso en el cual los poetas son leídos únicamente por poetas y llegar a la sociedad en su conjunto. Paola logra construir ese artículo, convertirlo en herramienta de cambio y en bastión popular, sin hacerlo perder la belleza formal que lo definen como poético. Un gran logro que no todos los escritores y, sobre todo los poetas, somos capaces de alcanzar.
Es cierto: quiero a Paola, y la quiero mucho. Pero ese cariño, que sé correspondido, no es el que me lleva a considerar su poesía del modo en que lo hago. Más allá del afecto que yo siento por Paola Ippolito, sé, comprendo, vivencio, que su trabajo cumple con la premisa fundamental del hecho poético: sumarle al mundo una cuota de belleza y hacerlo diferente y mejor. “El mundo no vuelve a ser el mismo cuando le agregamos un buen poema”, sentenciaba el talentosísimo poeta británico Dylan Thomas. Paola escribe y transforma y mejora al mundo, hecho que la define como una artista imprescindible y una poeta cuya voz trascenderá los avatares del tiempo y el espacio.

Raquel G. Fernández



  

lunes, 15 de agosto de 2016

ENCUENTRO DEL 9: ¡NOS VISITA RAQUEL FERNÁNDEZ! - TALLER LITERARIO "EL ESCRIBIENTE"

Encuentro del 9: ¡Nos visita Raquel Fernández!

Hoy tuvimos la alegría de recibir en el taller a la poeta Raquel Fernández. Silvia la recibió con un afectuoso abrazo y al grito de “mi poeta favorita”, así que sin mediar más presentaciones nos pusimos enseguida a hablar de poesía y sus alrededores.
Raquel nos contó de que acaba recientemente de terminar su último trabajo que gira en torno a poetas suicidas y hablamos acerca de su prolífica producción y cómo se le ocurren los poemas en serie. Más adelante nos dirá que al comienzo escribía poemas sueltos, peor a esta altura del camino ya es más habitual que se le ocurran de manera seriada.
También hablamos de la falta que hay en Avellaneda de un lugar destacado para la literatura contemporánea de calidad y cómo cuesta ingresar en diferentes instituciones vinculadas a la escritura. Ahí reconocimos el valor del Café Literario La palabra que sana que coordina aquel junto a Claudia Vázquez todos los segundo sábados de cada mes. Un espacio pensado para darle cabida a autores locales.
Pasamos luego a hablar de las vicisitudes que conlleva el arduo proceso de la edición y la posibilidad que brindan algunos concursos literarios que nos recomendó.
Abordadas estas cuestiones laterales, nos abocamos un poco más a su poesía y le comentamos qué material suyo habíamos leído en el taller y cómo valoramos su escritura. Aquí mencionamos la valentía que tiene a la hora de mezclar vocabulario informal, coloquialismos que lindan con lo soez en un poema lírico de fuerte metaforizaciòn. Y ella nos confesó que llega un momento de la vida /de la escritura en que uno se pregunta: “¿Qué te interesa más, lo que vos querés decir o lo que los otros digan de vos?”
Raquel escribe para ella y con más de cien premios ganados ya no necesita agradar a ningún jurado más.
También hablamos de su libro Hermano, escrito desde el dolor de su pérdida y reconoce que hoy lo escribiría distinto, lo que nos hace reflexionar sobre la implicancia de la subjetividad de la escritura y la importancia de darle a leer a otros o dejar reposar los textos para poder evaluarlos más objetivamente.
No podía faltar la mención de Alejandra Pizarnik y nos recordó La bucanera de Pernambuco, un texto en el que la gran poeta utiliza un lenguaje soez y explicito. Así arribamos al concepto de “incomodar”, algo que debería ser el leiv motiv de la literatura.
Pasamos a pensar, merced a otra de las preguntas de Silvia que no se cansaba de indagar a su ídola, cuáles son las motivaciones internas al momento de escribir y cómo nos desprendemos luego de esos dolores. Raquel nos contó que cuando escribe para Chica Cosmo es precisamente un escape, una fuga a tanta oscuridad de algunos de sus poemarios.
Esta vez tomamos poco café, nada de licor; parece que nos embriagaba Raquel y ya pasada la hora seguíamos preguntándole cosas y escuchando sus sentencias: “Me interesa más el fondo que la forma”, “El texto se tiene que sostener solito”, “No hay que alejarse de la gente”, "En narrativa una buena historia es fundamental” y la que más me gustó: “Ahora me doy permiso y escribo como quiero”.
Y de eso se trata la buena literatura, de escribir lo más genuinamente que podamos
¡Gracias, querida Raquel Fernández, por visitarnos y compartir con nosotros tus experiencias de vida y tu palabra!
Verónica Rodríguez, Taller Literario "El escribiente"

sábado, 13 de agosto de 2016

VERANO DEL ‘76


VERANO DEL ‘76

 A Daniel


Vos armabas canastitas con abrojos 

y yo tenía una coronita de flores en el pelo 

(“Soy una princesa, ¿ves? 

Y a las princesas no les pasa nada malo. 

Nunca.”) 

Hacía calor y esperábamos 

que alguien nos rescatara de ese jardín ajeno. 

Queríamos volver a casa y ver la Pantera Rosa. 

Queríamos volver a casa, 

a papá y mamá  enormes  y definitivos, 

mamá con un gorrión en la garganta, 

papá con el corazón entero 

(nada de “Jorge no puede respirar”, 

nada de “Jorge se muere”, 

a las princesas no les pasan esas cosas). 


Vos me creías cuando yo te decía 

que todo estaba bien, 

que los médicos curaban. Siempre.  

(Me creías cuando te decía que los caracoles se casaban, 

que si girábamos en el patio hasta marearnos 

cantando “El sol sale para todos 

la lluvia se iba, 

que la mamá de Bambi estaba sana y salva en una casita de Mar del Plata:

“Yo la vi, te juro que yo la vi, lo de la película fue todo mentira”).  

Vos armabas canastitas con abrojos 

y yo tenía una coronita de flores en el pelo. 

El verano se prometía lindo. 

Queríamos volver a casa.  

Y volvimos. 


Volvimos 

para besar a un señor frío y blanco  

que era papá 

pero no era.


 Volvimos

para aprender a ser huérfanos.




Arte: Flowers in her hair, Claudia Tremblay

Del poemario "Pretty in pink" (2016)