jueves, 4 de mayo de 2017

SE REALIZÓ LA PRESENTACIÓN DE LA 11º EDICIÓN DEL CONCURSO NACIONAL DE CUENTO Y POESÍA "ADOLFO BIOY CASARES"


Con una nutrida concurrencia que colmó la Sala Domingo Faustino Sarmiento del Predio Ferial de Palermo (CABA), en el marco de la 43º Feria Internacional del Libro, la Subsecretaría de Educación, dependiente de la Secretaría de Desarrollo Social y Educación de la Municipalidad de Las Flores, presentó la 11° Edición del Concurso Nacional Literario de Cuento y Poesía “Adolfo Bioy Casares”. El acto se desarrolló el lunes 1 de mayo por la tarde, y contó con numerosas y distinguidas personalidades del quehacer literario que fueron invitados especialmente para esta ocasión.
En primer término, Juan Lázara realizó la presentación, donde aprovechó la oportunidad para agradecerle al Intendente Municipal, Escribano Ramón Canosa y su equipo de trabajo por darle continuidad a este Concurso. Seguido a esto, presentó los últimos dos libros editados por la Municipalidad de los ganadores 2015. El primer premio en Narrativa fue “Territorio de Caza”, de Alejandro Olgiatti quien no pudo estar presente; mientras que el premio en Poesía 2015 fue para la obra titulada “GoodBye, Norma Jean”, de Raquel Graciela Fernández quien formó parte de los panelistas.  La introducción de esta antología estuvo a cargo de Rafaela Pinto, quien describió en detalle la temática conductora de la obra.
Asimismo, Lázara leyó lo que Edgardo Scott, uno de los Jurados, había escrito sobre la obra premiada de Olgiatti que en esa edición enunció: “Territorio de caza es un libro de cuentos. Parece una obviedad decir esto, pero sin embargo, ya en esa obviedad, este libro encuentra una identidad y una primera definición. No se trata de una suma de relatos más o menos dispersos, donde de uno de ellos se tomará prestado el título para atar o anudar malamente el conjunto. Por el contrario, cuando un libro de cuentos tiene identidad, cada relato suele ser un acento, un rumbo que podrá tomar el autor en libros anteriores o futuros. Cada cuento es un matiz de su mundo literario. Pero a su vez, el libro mismo ya realiza una parte de ese mundo”.
Previo a esto, la Subsecretaria de Educación, Prof. Pilar Corvalán, realizó la presentación de la nueva edición de este concurso nacional, en la que manifestó: “El Concurso cumple 11 años. Luego de la década se marcó un cierre de una etapa que fue muy fructífera para todos nosotros. Somos un Municipio pequeño y el hecho de que el Concurso se haya transformado en una política de Estado no es un dato menor. En ese sentido, estamos más que orgullosos y ojalá siga con quienes nos sucedan. Pero también quiero decir que el prestigio del Concurso se ha afianzado por el aporte y la ayuda desinteresada de muchísimos escritores de reconocida trayectoria, que le dieron una envergadura nacional que no hubiera tenido sin sus colaboraciones. Me voy a tomar el atrevimiento de dejar un recuerdo cariñoso para Leonardo Martínez, que trabajó durante muchísimos años con nosotros, y nos dejó hace un tiempo, y acá la veo a Silvia Castro en primera fila, una de las Jurados que sigue trabajando con nosotros y que siempre estuvo mano a mano con Leo, mirando el material que recibíamos. También, a Pablo De Santis, Luisa Valenzuela, Leopoldo Brizuela, Inés Garland, Esther Cros, Vicente Battista, Rafael Oteriño, Susana Szwarc, que nos acompañan este año. No son nombres menores. Silvia Arias quien ha sido una colaboradora desde la primera hora del concurso. Y creo que sin esa suma de voluntades no hubiésemos podido trascender a nivel nacional como nos consta que está instalado el concurso por la repercusión y por la cantidad de trabajos que recibimos todos los años, por los comentarios y por la difusión, cada vez mayor, que éste tiene. Más allá de eso, agradecerte a vos Juan, que siempre has sido el nexo para que este hermoso lugar sea el broche de oro de los autores que editamos desde 2011. Porque editar ya de por sí, es todo un triunfo, y tener un lugar del prestigio de la Feria del Libro para presentarlo no es tampoco poca cosa.
Agradezco también a Axel Díaz Maimone, de Necochea, que no está presente en esta ocasión pero que ha sido una figura importantísima para el Concurso, y a la gente de Las Flores que siempre nos acompaña. Hemos tenido muy buena respuesta todos los años; los vecinos se acercan, quieren viajar, nos acompañan en la presentación. (…) Escuchemos a Raquel, que es la protagonista y a Mariana que también ha participado del Bioy, muchas veces, para mí es un placer personal que esté acá porque es una escritora que admiro mucho; y siempre rescato que una de las características valiosas del Bioy son los vínculos que se forman a partir del Concurso entre los participantes; entre los participantes y el Jurado, y entre todos los que formamos parte de la organización del Certamen”.
Por su parte, la escritora Mariana Travacio, invitada a esta presentación, se refirió a la misma en la que expresó: “Es un enorme placer, para mí, estar hoy acá. Participé de este concurso en el año 2012. Recuerdo que Luisa Valenzuela presidía el jurado entonces. Recuerdo el salón de actos de la Municipalidad de Las Flores. Recuerdo el brindis posterior. Y el hotel donde nos alojamos. Y la plaza ancha. Y recuerdo, sobre todo, que el premio de narrativa, ese año, fue para Eduardo Kruger. Durante la ceremonia de premiación, los ganadores del Concurso tenían que pasar al frente a leer algún fragmento de la obra presentada. Recuerdo que Eduardo pasó y leyó un cuento magistral: Gato de peluche en celofán. No me olvido más. Narraba la historia de un padre divorciado que iba con su hija pequeña, a un restaurant, a festejarle el cumpleaños.
Imborrable el relato, pero imborrable, además, el gesto de Eduardo Kruger cuando lo llamaron a recibir su diploma: antes de subir al estrado, se detuvo a saludar y a felicitar a cada uno de los que habíamos obtenido menciones. Eduardo Kruger es rosarino. A él le gusta decir que es un rosarino implantado, porque nació del lado cordobés de la frontera con la provincia de Santa Fe: ocurre que apenas nacido lo arrastraron a Rosario y allí vive desde entonces. Y yo soy Rosarina también, pero auténtica, en este caso, porque nací allí. Así que, un poco porque nos unía Rosario y otro poco porque su saludo fue tan generoso, esa noche, cuando nos cruzamos en el lobby del hotel y yo entraba con el manuscrito de mi libro bajo el brazo, sólo atiné a dárselo. Pocos días después, recibía un email de Eduardo: había leído todo el libro y se había tomado la molestia de comentar cuento por cuento, frase por frase, palabra por palabra. Nos hicimos amigos. Todavía hoy nos leemos. Cuando voy a Rosario, le aviso; o cuando él viene a Buenos Aires, me avisa, y terminamos cenando en alguna parte. De modo que yo le debo, al Bioy Casares, no sólo aquél reconocimiento literario inaugural, sino que le debo, una amistad entrañable, que es como decir que le debo un encuentro.
Hoy quiero felicitar a los premiados  en 2015: Raquel Fernández, por su trabajo en poesía, y a Alejandro Olgiatti, por su trabajo en prosa y a los premiados en 2016: Carolina Quiroga, en poesía e Irene Kleiner en narrativa.
Y quiero felicitar, también, a Pilar Corvalán por ordenar las infinitas acciones que permiten que un premio como el Bioy Casares se reedite cada año.
Este concurso lleva ya diez años de vida y es muy alentador ver que siguen llegando manuscritos. Me parece alentador porque no hay escritura sin lectura, de modo que detrás de cada manuscrito que aparece en la Municipalidad de Las Flores, hay un lector.
Cuando me preguntan ¿qué es escribir? o ¿cómo se forja un escritor? me acuerdo siempre de Bioy y de Borges, tan así, riéndose, detrás de la puerta, inventando un cuento, volviendo la realidad más habitable. (…)
Me parece que define perfectamente lo que sucede con la escritura: la escritura como imposibilidad. (…)
Pensemos en las cuevas de Altamira, pensemos en esas cuevas hace treinta y cinco mil años, pensemos en esos hombres que no tenían lenguaje y que, sin embargo, acabaron inventando el arte rupestre. No tenían lenguaje, pero dibujaban: inscribían, en las cavernas, sobre piedras: decían.
Esto remite a una necesidad del hombre, la necesidad de decir: una necesidad tan atávica como inapelable. Decir, aún sin lenguaje: rayar una piedra, inventar un pigmento, dibujar a sangre. Decir, precariamente, a fragmentos, pero decir. Decir sabiendo que no se puede, buscar el modo, la aproximación, la proxemia. Fracasar. Darse cuenta de que las emociones son preverbales, que el amor o la muerte no saben de palabras, y persistir. El hombre es ganado por ese afán, esa necesidad de nombrar, de querer decir. Entonces, se escribe.
¿Y qué se escribe?
Se escribe lo que se deja escribir. Escribimos remedos. El silencio no se escribe. Si pudiésemos escribir el silencio acaso podríamos decirlo todo. Pero sabemos que decirlo todo no es posible. Porque hay lo indecible, hay lo incomunicable, eso que apenas puede rozarse, bordearse, rodearse de palabras, y no más que eso. Ese es el problema de la escritura. De toda escritura. Lo que sólo baja al papel como mero remedo. Y esa es, también, la condición de posibilidad de toda escritura: que exista el resto, el vestigio, las sombras, porque si pudiésemos decirlo todo, no habría escritura. Cada día, o cada noche, cuando me siento a escribir, pienso en esto. Pienso en la imposibilidad radical de la escritura, y en los empecinados esfuerzos que hacemos aun sabiendo que no es posible. (…)De modo que escribir es, ante todo, una disposición al fracaso. Pero es, también, una tenacidad, esa forma empecinada de la voluntad.
Pienso en la tenacidad y me acuerdo de una charla en la que participé hace unos días, con unos queridos colegas. Nos invitaban a reflexionar sobre nuestros procesos literarios. Nos preguntaban si escribíamos de puño y letra, arrastrando una lapicera, un lápiz o un bolígrafo, sobre el papel. Si hacíamos surcos de esa manera. Sobre renglones o sobre papel liso, sin rayas. Sobre anotadores, libretas o cuadernos. O en la pantalla. Si hacíamos bosquejos. Si teníamos un plan o si no lo teníamos en absoluto. Nos preguntaban por nuestros textos, que de dónde nacían, que cómo se producían. Y nos encontramos pensando en los orígenes de eso que pusimos en palabras y que ahora está escrito adentro de alguna computadora, o sobre algún cuaderno, en alguna casa, o arriba de algún tren, en una ciudad plantada en el hemisferio sur de un planeta que todavía orbita alrededor de una estrella inextinta que es parte de la Vía Láctea. Un cuaderno en una galaxia. Algo tan absurdo o inexplicable como eso.
No sé qué es escribir, pero tengo la sospecha de que la escritura no es una bahía, no es un puerto: no es un lugar de atraque: no ofrece reparos: no cobija. Se me hace, más bien, que hay algo errante en la escritura, que es un eterno punto de partida: la escritura como deriva. (…)
De modo que escribir es, también, aceptar la incertidumbre, sostener la incertidumbre e, incluso, quererla. La incertidumbre como condición de posibilidad para esa dimensión de la escritura como descubrimiento, en el sentido literal de des-cubrir, de correr el velo, de poner a la vista.
¿Y qué herramientas tiene un escritor para que la frase acontezca?
No tiene más que un puñado de caracteres de cuya combinatoria surgen unas palabras que son la muerte de la cosa. Y, sin embargo, no todo es imposibilidad. Un escritor no tiene más remedio que confiar en sus herramientas: confiar en las palabras, en el poder de las palabras, de cada palabra. (…) De modo que escribir es un trabajo con el lenguaje. Es pulir ese lenguaje hasta hacerlo hablar. Es doblegarlo hasta que produzca un sentido. Es exigirle hasta que se nos escape una lágrima que devenga sangre para pintar la cueva. Es convertirlo en música hasta nos devuelva una nota que nos jure cercanía: una nota que nos recuerde que somos parte de la horda, que nos recuerde que hace treinta y cinco mil años que estamos tratando de decir algo”.
Antes de culminar la presentación, Juan Lázara se refirió al Museo Adolfo Bioy Casares, que se encuentra en etapa de recuperación, instalado en la Estación Ferroviaria de Villa Pardo, el paraje rural del partido de Las Flores.
Sobre ese tema, Pilar Corvalán enfatizó: “Hemos estado trabajando todo el año pasado sobre la aprobación de los planos para la puesta en valor de ese Museo, y a partir de este año comienzan los trabajos de remodelación y restauración para que el Museo luzca como debe lucir. Eso también lo tomamos como una política de Estado y nos parece que es el broche que faltaba, incluso para fomentar el turismo cultural para este ambicioso proyecto que viene planteado desde hace mucho tiempo. Quiero agradecer una vez más, a todos los que están presentes y les digo que los libros que están expuestos se los pueden llevar de obsequio. El Municipio hace un esfuerzo importante para que los escritores tengas sus libros editados y nosotros nos quedamos con una cantidad muy limitada de esos libros exclusivamente para difusión. La Municipalidad no los vende. Los cede a las bibliotecas o, como en este caso, qué mejor marco, el de la Feria del Libro, para que cada uno de ustedes pueda llegar directamente a los autores”.
Finalmente, en su 11ª. Edición, el Concurso nacional de Cuento y Poesía “Adolfo Bioy Casares” recibirá los trabajos literarios hasta el 11 de agosto. En esta edición, los Jurados en Narrativa serán Vicente Battista, Ángela Pradelli y Gabriela Cabezón Cámara, mientras que el de Poesía estará conformado por Rafael Oteriño, Susana Szwarc y Silvia Castro.


    


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