martes, 24 de octubre de 2017

"PAN DE AGUA" - PRÓLOGO

PAN DE AGUA
Poesía social contemporánea de Buenos Aires

PRÓLOGO

En 1949, el filósofo alemán Theodor Adorno dijo en su “Ensayo sobre el criticismo” que escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie y provocó, como reacción entre muchos poetas, la necesidad de refutarlo. Más allá de los comentarios de Marcuse (la frase de Adorno es parte de la conclusión de su ensayo, y pretender leerla por separado es tan fútil como intentar comprender el último acto de Hamlet sin haber leído el resto de la obra), el dictum de Adorno dio mayor visibilidad a una poesía que busca un significado más allá de su valor estético.
Adorno ha tenido, desde la poesía, múltiples respuestas. Así, Paul Celan nos mostró el horror de Auschwitz a través de su poesía, y nuestro Juan Gelman nos lo generalizó diciendo que Paul Celan mostró que sí se puede escribir poesía después de Auschwitz. Sólo que no como antes de Auschwitz. Esta sencilla frase, que parece orientarse a refutar – una vez más – el dictum, nos muestra algo mucho más amplio: la realidad es el motor de la poesía, y en la medida en que esta realidad nos golpee (con hambre, con injusticias, con violencia), sus golpes aparecerán en nuestra poesía con más fuerza. El horror también puede escribirse, y se escribe.
Esta muestra de poesía social (tal como la llaman sus editores, distanciándose del concepto de antología) es un ejemplo de cómo la realidad provee continuamente motivos para la escritura. La justicia, la pobreza, la guerra, han sido tópicos comunes en nuestra poesía desde Raúl González Tuñón o, incluso, desde José Hernández. El tiempo y la historia nos han traído, lamentablemente, nuevos temas: la desaparición de personas, el hambre, la violencia de género. Todos estos temas están presentes, en mayor o menor medida y de acuerdo con las experiencias y visiones de los autores, en los poemas que forman parte de este libro.
Para hablar del hambre, el poeta se sitúa afuera; la verdadera dimensión del hambre está en que hay personas que no la sufren. Y así dicen nuestros poetas: en otras vísceras cayendo de rodillas, / sucede el hambre (Fernández); bajo el mismo cielo no son iguales los ojos que lo miran / los ojos del hambre miran por el ruido de las tripas (Angelino); sin esa fiesta que estalla entre las muelas […] / la vida es una cosa que les pasa a los otros (Simiz).
Pero situarse afuera no significa estar afuera. El poeta no es objetivo frente a lo que ocurre en el mundo, porque lo que ocurre en el mundo le ocurre a él. Las injusticias: Injusticia […] / moneda que cae sin caras (Ragozza), caminas de nuevo entre nosotros / alterando el orden de lo injusto (Sorbille); la dureza de la realidad: a veces es tanta, / que es preciso detenerla (Santillán); la indiferencia del estado: Todo es muy municipal, / impuesto a los prismáticos / y a los hombros vencidos (Hermiaga); la guerra: Un poema incipiente / sobre la línea de fuego (Sorbille); Dolor en las venas del planeta (Ragozza); la infancia abandonada y perdida: Nadie quiere saber de su infancia enjaulada / en la sombra más negra y la herida más honda (Simiz), lengua muda / en su canción de cuna (Angelino)
Inevitablemente, nuestra historia tiene su espacio entre las preocupaciones sociales de nuestros poetas. Con heridas que no se cierran, el pasado no se clausura. La desaparición de personas, la violencia del estado contra sus ciudadanos (aún en democracia), la hipocresía que define a parte de nuestra sociedad, se denuncian: Los veo flotar / como tomates hinchados, / llegar hasta la playa / con la piel azul, / la sal marcándoles las frentes (Hermihaga), por favor / no pisen las flores / cualquier relleno sanitario / puede ser su tumba (Angelino); hizo falta más que un golpe de viento / para descabezar sus llamas (Fernández). Y también la violencia de género, tan presente hoy y tan dolorosa: A esta oscuridad ya la he visto (Santillán), Las mujeres andan descalzas / amonedan noches sin luna / en sus heridas de sombra (Ragozza); Me pregunto cuándo nos empezó a pasar esto […] / chicas muertas enormes como toros hechos de lágrimas, / y nosotros con estas capas apolilladas (Fernández). El poeta describe la realidad social y es parte de la misma. No es indiferente, pero le lastima la indiferencia: ¿De qué negro baldío pintaré mi casa? / ¿Con qué sábana de olvido el mundo se tapará la cara? (Simiz), tu nombre simboliza el compromiso / que se abre paso ante la indiferencia (Sorbille); pido perdón por tanto silencio en la voz (Santillán). La realidad agobia, y la poesía, lejos de ser la solución a ese agobio, nos la representa con más crudeza. Y sin embargo, hay lugar para la esperanza: y será la belleza y vendrá por nosotros (Sorbille); Estamos bien / sin darnos cuenta (Hermihaga); Ahora grito lo más alto que puedo. // Creo que jamás estuve tan sana (Fernández). Y es así: los poetas gritan, y regalan salud a una sociedad enferma.

Sergio A. Giuliodibari

Mar del Plata – Julio 2017

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