PAN CON CICATRICES
Poesía de Raquel Graciela Fernández
sábado, 26 de abril de 2025
A VECES LOS SAPOS DE OTRO POZO TIENEN LOS OJOS AZULES
jueves, 24 de abril de 2025
LAS BRONTË
el lugar de reposo
martes, 22 de abril de 2025
EL BAILARÍN DE LA LUNA
domingo, 20 de abril de 2025
THE BLACK DAHLIA
sábado, 19 de abril de 2025
MI MADRE NO VOLVERÁ A VER EL MAR
Antes de la gran muerte,
la definitiva,
hay pequeñas muertes cotidianas,
renuncias imperceptibles,
mínimas claudicaciones.
Mi madre no volverá a ver el mar.
Una pequeña muerte
vacía de caracoles y algas.
Una renuncia involuntaria
a la casa soleada del verano.
Los ojos de mi madre
se quedaron sin gaviotas.
No sé si ella lo
sabe.
No sé si lo comprende.
Su paisaje se redujo
a la blancura espectral de las sábanas,
al beso amargo de las píldoras,
a el ocaso brutal de la memoria.
Yo quiero regalarle el mar
a los ojos de mi madre.
Les hablo del azul,
de la sal,
del viento desnudándose
en la cadencia de las olas.
Les hablo de los peces.
Pero es inútil.
Mi madre no volverá a ver el mar.
Ni a saberlo.
Otra pequeña muerte
que la atraviesa
como el alfiler mezquino atraviesa
el cuerpo de una mariposa.
Un prefacio de la gran muerte.
La total.
La definitiva.
Hasta siempre, mamá.
viernes, 18 de abril de 2025
A ELLA LE GUSTABAN LOS PUENTES
“Así que tendrá que ser algún otro puente
uno feo y sin visitas
-salvo que me gustan en especial todos los puentes-
Tienen algo.”
Marilyn Monroe
A ella le gustaban los puentes.
Supongo que si estás sola
un puente es una promesa.
Supongo que en los ojos amargos
un puente es algo más
que un parpadeo de piel ajena.
Supongo. Supongo.
Pero yo siempre estoy suponiendo algo.
A ella le gustaban los puentes.
No iba a saltar.
No saltó.
Prefirió enredar los senos
en los cables de un teléfono eterno.
Supongo que si estás muerta
estar desnuda es un detalle.
A ella le gustaban los puentes.
Era un pedazo de carne acribillado
por miles de jadeos.
Era un pedazo de alma sin espejo.
Estaba detenida.
Pero los puentes iban y venían.
Los puentes tampoco son perfectos, querida.
Se caen.
Yo sé que se caen.
Pero una sigue como una bestia estúpida
hasta que llega la hora de manotear el teléfono.
A mi me parece que todo se vino abajo.
How will we build it up,
My fair lady?
miércoles, 16 de abril de 2025
TODOS LOS HOMBRES QUE ME AMARON
tenían miradas infinitamente claras
y exactas como espejos,
y en esas miradas yo me advertía siempre
como la niñita de tiza rosada
delineada en un viejo muro
tiritando
ante el perentorio holocausto de la lluvia.
Tenían todos ellos
dedos ágiles como golondrinas,
siempre era verano debajo de mi falda,
siempre era otoño en mi corazón aturdido
por tantas migraciones.
Yo quería ser una diosa obscena
con ojos eruditos encastrados
en mis pezones febriles
y un oráculo brutal entre las piernas
(ocho brazos para atraparte
ocho días a la semana)
descuartizada por el olvido,
una muñequita llorona que pedía, pedía y pedía,
un poco más,
siempre un poco más,
hasta agotar todas las violencias
y todas las constelaciones.
Todos los hombres que me amaron
me regalaron zapatillas rojas de punta
ignorando
que soy una pésima bailarina
y me obligaron a danzar sin poder detenerme,
hasta que se cansaron de verme dar torpes volteretas
y me cortaron los pies
(por mi bien, claro, siempre por mi bien;
“nena, a ver si te quedás quieta de una buena vez
que nos estás volviendo locos”)
A todos ellos les cerré
la puerta de mi cuerpo en las narices
y hasta clavé algunos alfileres en sus fotografías,
porque también quise ser una bruja haitiana
con la piel negra como la brea
y los pechos enormes,
que jamás aprendió a leer el Tarot.
me amaron más que a las otras mujeres
que se cruzaron en sus caminos
y suspiraron de alivio cuando dejaron de amarme.
Ninguno de ellos supo a ciencia cierta
si lo quise demasiado
o demasiado poco.
Ninguno de ellos sabe a ciencia cierta
cuántos de sus sueños, sus fobias y sus gestos
alimentaron esta manía de escribirme la vida
y se quedaron atrapados para siempre
en el blanco sopor de mis papeles
como mariposas detenidas en la espera
de algún octubre promisorio.