sábado, 26 de abril de 2025

A VECES LOS SAPOS DE OTRO POZO TIENEN LOS OJOS AZULES


  A VECES LOS SAPOS DE OTRO POZO TIENEN LOS OJOS AZULES

“Nadie muere siendo virgen. La vida nos jode a todos.” – Kurt Cobain



A veces los sapos de otro pozo

tienen el pecho apolillado

como un cadáver viejo.

Mugen como los barcos.

Toda unción les es ajena.

Piden. No les dan.

Patean latas vacías.



A veces los sapos de otro pozo

tienen los sesos vueltos

hacia las nubes.

Son viudos de todas las muertes.

Dentro de sus cabezas.

los amigos se ríen como idiotas.

Pero sólo cuando están drogados.



A veces los sapos de otro pozo

crían cuervos.

Pero no saben. No saben.

Entonces ven un pájaro

y le ofrecen los ojos.



A veces los sapos de otro pozo tienen los ojos azules.






Arte: "Kurt Cobain", Chris Kappmeier

Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)


jueves, 24 de abril de 2025

LAS BRONTË


LAS BRONTË



Las hermanas vagan por la casa,

el lugar de reposo

donde esconden la piel

y recomienzan la seda de los días

con cada cosa en su lugar.

Con las coordenadas de la soledad

marcando el punto exacto

donde el té se transmuta en ceremonia.



Las hermanas tiemblan como ciervos tibios

encerrados entre paredes de papel.

Arrastran un dolor

por cada letra del abecedario.

Sostienen con un hilo de palabras

la forma de la huida.

Pero no huyen.

Flotan.

Se enmohecen.

Se vuelven transparentes.

La noche va haciendo pie

en sus pulmones férvidos.

Una tras otra caen

como moscas dulces.


Las hermanas tienen la voz

pero no saben

cómo empezar a vivir.



Entonces mueren.



Lágrima

sobre lágrima

sobre lágrima.



En el polvo. 





Arte: "Portrait of the Bronte Sisters", Patrick Branwell Brontë

Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)

martes, 22 de abril de 2025

EL BAILARÍN DE LA LUNA


EL BAILARÍN DE LA LUNA

“Todos responden a la Necesidad. Oh, ese alarido sinfónico de mil voces que se esconden, el grito de la propia Necesidad, la entidad, el observador silencioso, algo que está frío y quieto, que se ríe, el Bailarín de la Luna.” – Jeff Lindsay, “Darkly Dreaming Dexter”



La muerte es circular

como la ronda de la golondrina:

empieza en él,

termina en él.



No es el océano.

No es cielo.

Es la bestia que anhela

reconciliarse con la niebla.

El mugido que busca

una boca para huir.

Una lengua

para marcar pertenencia.

La pulsión encajada

en los bordes justos.



La mano despierta,

no duda,

es una llaga de rasgos afilados,

un buitre que se precipita.

La mano se apodera del destino.

Lo amasa,

lo amansa.

Lo encierra

entre cuatro paredes de sangre.

Desata el acero virgen:

cada vez es la primera vez.



Sin manchas en las paredes.

Sin cuerpo del delito.

Los monstruos educados

siempre recogen sus juguetes.



La noche se completa

en el jadeo

cuando una luna roja,

hinchada como el sexo

de un mendigo idiota,

estalla en todas partes.






Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011) 

domingo, 20 de abril de 2025

THE BLACK DAHLIA


THE BLACK DAHLIA

A Elizabeth Short


Pasa media mujer

con una sonrisa al hombro.

Una sonrisa cortada a mano.


Pasa media mujer

por todos los espejos.

Y los ojos del morbo se solazan

en la carne entreabierta.


Pasa media mujer.


Bastó que el asesino cortara

para que la hipocresía de los que no la vieron llorar,

cuando era una mujer entera,

la ascendiera de puta a flor.







Arte: "Black Dahlia", nicolette723

Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)

sábado, 19 de abril de 2025

MI MADRE NO VOLVERÁ A VER EL MAR


 MI MADRE NO VOLVERÁ A VER EL MAR

 

Antes de la gran muerte,

la definitiva,

hay pequeñas muertes cotidianas,

renuncias imperceptibles,

mínimas claudicaciones.

 

Mi madre no volverá a ver el mar.

Una pequeña muerte

vacía de caracoles y algas.

Una renuncia involuntaria

a la casa soleada del verano.

 

Los ojos de mi madre

se quedaron sin gaviotas.

No sé  si ella lo sabe.

No sé si lo comprende.

Su paisaje se redujo

a la blancura espectral de las sábanas,

al beso amargo de las píldoras,

a el ocaso brutal de la memoria.

 

Yo quiero regalarle el mar

a los ojos de mi madre.

Les hablo del azul,

de la sal,

del viento desnudándose

en la cadencia de las olas.

Les hablo de los peces.

Pero es inútil.

Mi madre no volverá a ver el mar.

Ni a saberlo.

 

Otra pequeña muerte

que la atraviesa

como el alfiler mezquino atraviesa

el cuerpo de una mariposa.

Un prefacio de la gran muerte.

La total.

La definitiva.

 

 

 

Arte: Alesia Habovych


Hasta siempre, mamá.

viernes, 18 de abril de 2025

A ELLA LE GUSTABAN LOS PUENTES

A ELLA LE GUSTABAN LOS PUENTES

“Así que tendrá que ser algún otro puente
uno feo y sin visitas

-salvo que me gustan en especial todos los puentes- 
Tienen algo.”
Marilyn Monroe


A ella le gustaban los puentes.

Supongo que si estás sola

un puente es una promesa.

Supongo que en los ojos amargos

un puente es algo más

que un parpadeo de piel ajena.

Supongo. Supongo.

Pero yo siempre estoy suponiendo algo.



A ella le gustaban los puentes.

No iba a saltar.

No saltó.

Prefirió enredar los senos

en los cables de un teléfono eterno.

Supongo que si estás muerta

estar desnuda es un detalle.



A ella le gustaban los puentes.

Era un pedazo de carne acribillado

por miles de jadeos.

Era un pedazo de alma sin espejo.

Estaba detenida.

Pero los puentes iban y venían.



Los puentes tampoco son perfectos, querida.

Se caen.

Yo sé que se caen.



Pero una sigue como una bestia estúpida

hasta que llega la hora de manotear el teléfono.



A mi me parece que todo se vino abajo.



How will we build it up,

My fair lady?








Arte: Escultura De Marilyn Monroe Haugesund Noruega

Del poemario "La antigua enfermedad del otoño" (2011)

miércoles, 16 de abril de 2025

TODOS LOS HOMBRES QUE ME AMARON


  TODOS LOS HOMBRES QUE ME AMARON

 
 
Todos los hombres que me amaron
 
tenían miradas infinitamente claras
 
y exactas como espejos,
 
y en esas miradas yo me advertía siempre
 
como la niñita de tiza rosada
 
delineada en un viejo muro
 
tiritando
 
ante el perentorio holocausto de la lluvia.
 
 
 
Tenían todos ellos
 
dedos ágiles como golondrinas,
 
siempre era verano debajo de mi falda,
 
siempre era otoño en mi corazón aturdido
 
por tantas migraciones.
 
 
 
Yo quería ser una diosa obscena
 
con ojos eruditos encastrados
 
en mis pezones febriles
 
y un oráculo brutal entre las piernas
 
(ocho brazos para atraparte
 
ocho días a la semana)

y era siempre una muñequita de trapo
 
descuartizada por el olvido,
 
una muñequita llorona que pedía, pedía y pedía,
 
un poco más,
 
siempre un poco más,
 
hasta agotar todas las violencias
 
y todas las constelaciones.
 
 
 
Todos los hombres que me amaron
 
me regalaron zapatillas rojas de punta
 
ignorando
 
que soy una pésima bailarina
 
y me obligaron a danzar sin poder detenerme,
 
hasta que se cansaron de verme dar torpes volteretas
 
y me cortaron los pies
 
(por mi bien, claro, siempre por mi bien;
 
“nena, a ver si te quedás quieta de una buena vez
 
que nos estás volviendo locos”)
 
 
 
A todos ellos les cerré
 
la puerta de mi cuerpo en las narices
 
y hasta clavé algunos alfileres en sus fotografías,
 
porque también quise ser una bruja haitiana
 
con la piel negra como la brea
 
y los pechos enormes,

pero siempre fui la maestrita espantosamente dulce
 
que jamás aprendió a leer el Tarot. 



Todos los hombres que me amaron
 
me amaron más que a las otras mujeres
 
que se cruzaron en sus caminos
 
y suspiraron de alivio cuando dejaron de amarme. 
 
 
 
Ninguno de ellos supo a ciencia cierta
 
si lo quise demasiado
 
o demasiado poco.
 
Ninguno de ellos sabe a ciencia cierta
 
cuántos de sus sueños, sus fobias y sus gestos
 
alimentaron esta manía de escribirme la vida
 
y se quedaron atrapados para siempre
 
en el blanco sopor de mis papeles
 
como mariposas detenidas en la espera
 
de algún octubre promisorio.







Del poemario "Todos los hombres que me amaron" (2012)