jueves, 16 de mayo de 2024

LO NUESTRO


 LO NUESTRO

 

Lo nuestro prescribió hace años.

Fue un delito menor.

Algo tan trivial

como robarle flores a la primavera.

Tan dolorosamente hermoso

como el canto de un pájaro en cautiverio.

 

En estos años

-en estos años sin verte,

sin tocar tu respiración

con  la tersura ardiente de mi espalda-

pasaron tantas cosas.

Pasó la muerte con sus ojos secos

y fui la pálida novia arrebujada

en su letanía de huesos.

Pasó la vida en canto

y en la palma de mi mano

se prometió una línea de futuro.

Los días se rompieron como uvas,

dulces a veces

y a veces tan amargas.

Aprendí a pastar en el silencio,

cordero de un Dios que no me reconoce,

animal más profundo que la noche,

cuerpo de azúcar regido por la luna.

 

En estos años

tu nombre se quebró

como una tacita de porcelana

y lo barrí debajo de mi lengua,

un pecado de manzanas húmedas.

Lo empapé de saliva melancólica.

Lo sepulté en la línea azul de mi garganta.

 

Fue un delito menor,

lo nuestro,

un olor a violines y claveles

que se apagó inconcluso.

Prescribió hace años,

sin embargo,

hay algo de vos en las constelaciones

y hoy desperté temblando

en tu desnudez imaginada.

 

martes, 14 de mayo de 2024

SALTOS AL VACÍO

 


SALTOS AL VACÍO


I - PEG, EL BOULEVARD DE LOS SUEÑOS ROTOS



La suicida busca

su camino de regreso

(regreso al agua natal,

al útero que tiembla cuando el amor lo golpea

con su suave látigo de lilas).

Busca descalzarse las calles

que desembocaron en la nada.

Arrancarse de los días

el dudoso lujo 

de haber malventilado sus partes íntimas.

Entonces

arroja su cuerpo a los perros del aire

y sus dentelladas son tan dulces, tan dulces,

 que la carne germina en una estampida de jazmines.



(Jazmines que se pudren cuando tocan el suelo

y el silencio se seca,

y la sangre todavía pregunta 

por el camino regreso).



II - DOROTH Y, SE ACABÓ EL VODKA



La suicida planea un viaje largo.

Eso les dice a sus amigos.

Los invita a una fiesta de despedida.

Se encoge de hombros cuando el vodka se acaba.



La suicida empapela la noche con pájaros de azufre.

Lleva un traje de terciopelo negro

y la cabeza atiborrada

 de objetos inflamables.

Da un salto que es, casi, una declaración de fuego.



Se había acabado el vodka

y a ella

se le había acabado la sed.



 III - EVELYN, EL SUICIDIO MÁS HERMOSO



La suicida sonríe,

siempre sonríe.

La sonrisa es una máscara que usa hacia afuera;

hacia adentro

desteje coronas de novia

y se arrima

a los olores rojos.

Y quiere arder

como ardieron esos vestidos

que deberían haber sido su carne

(¿Por qué una mujer quemaría vestidos?

¿Por qué una mujer quemaría vestidos si esos vestidos no fueran

el preámbulo de un cuerpo que se abre paso

hacia un gesto de adiós definitivo,

hacia una desnudez de vertebras dulces

rompiéndose

como mariposas de luna y leche?).



La suicida busca no ser

pero el olvido le suelta las manos

(La belleza es, casi siempre, una  bestia antojadiza.

A veces respira

en el sexo puntual de los amantes.

A veces nace muerta

y el dolor es su casa).




IV - RUSLANA, LA MUERTE DE RAPUNZEL



La suicida abre ventanas en cada llaga

y se arroja a un vacío hecho de húmeros tristes

y piel entumecida.

Se estrella contra Dios y su hueste de santitos sordomudos,

contra las muñecas rusas sofocadas con volados,

contra la ceremonia ordinaria del hambre.

Abre ventanas  que se dejan morir

como animales delicados

atragantados con puñados de flores.

Ventanas que son.

Pero no.



Hasta que una vez

la suicida abre una ventana real

y los ojos se le sueltan como pájaros feroces.

Entonces ella también es un pájaro

y se va detrás de esos ojos,

detrás de un nido de sangre detonada.

(Y el asunto no tiene más vueltas

porque hay una cabeza rota en el pavimento,

y comienzan a llegar los curiosos, las sirenas,

y una mano de niebla recoge lo que le pertenece desde aquel día

en el que, por primera vez,

la suicida no se perdonó el cuerpo).




I: “Peg  Entwistle”, ThingamabobRoss

II: “El suicidio de Dorothy Hale",  Frida Kahlo

III: "The most beautiful suicide", JonathanGrimm

IV: “Ruslana Korshunova”, El'f Knr



domingo, 12 de mayo de 2024

NO ALCANZA


  NO ALCANZA

 

Nunca estaba dormida cuando me dabas un beso

antes de irte a la oficina.

Por eso sé exactamente cuando dejaste de hacerlo.

La primera vez  que el beso no fue,

supuse que había sido un olvido, algo involuntario,

una preocupación que te había forzado

a saltearte el ritual matutino de tus labios rozándome.

Después me di cuenta de que no,

de que el ritual había sido revocado.

 

Nunca supe exactamente cuándo dejaste de desearme,

pero recuerdo con claridad el momento en que lo noté

y supe que mi desnudez ya no era un carnaval en tus ojos,

que se había abolido el papel picado y empezaba la cuaresma

(tal vez ese fue también el día que dejaste de amarme,

y la vida recíproca se convirtió

en vermouth con papas fritas Netflix).

 

No sé, te juro que no sé, cuándo empezaste a mentirme.

Pero sé que me mentiste durante mucho tiempo.

Y no hablo de infidelidades, porque las infidelidades son,

al fin y al cabo, accidentes del cuerpo.

Hablo de esas otras mentiras que me hicieron darme cuenta

de que yo no ocupaba en tu vida el lugar que pretendía,

que no éramos pares, que no había un nosotros.

 

Quizás ahora, cuando me despido a medias,

cuando me quedo y me voy,

(I don’t like you but I love you)

debería confesarte que yo también te mentí:

nadie abandonó a Tiger Lily en nuestro jardín.

La vi en el alfeizar de una ventana del barrio

y la acaricié, como hago con todos los gatos.

Si te gusta, te la podés llevar”,

me dijo una chica de pelo negro y tatuajes.

Y la vi tan indefensa, con su heterocromía lacrimosa,

su colita quebrada, su extrema delgadez,

en manos de alguien que la regalaba así,

tan displicentemente, como si fuera un objeto,

como si ningún lazo de afecto  la uniera a ella,

que dije, sin pensarlo: “Me la llevo”.

E inventé lo del abandono en el jardín

para que acogerla en nuestra casa

fuera inevitable.

 

Nunca estaba dormida cuando me dabas un beso

antes de irte a la oficina.

No estoy dormida ahora, aunque las pastillas

insistan en ralentizar mi lengua

y deje mis ojos colgados en un punto fijo,

mientras el perro, echado a mis pies,

me mira y mueve la cola

como una sincera y torpe forma de consuelo.

 

Me querés. Ya sé que me querés.

Pero no me alcanza.



Arte: Leon Zernitsky

martes, 7 de mayo de 2024

DOS AÑOS Y CIEN COPAS DESPUÉS

DOS AÑOS Y CIEN COPAS DESPUÉS 


Dejé de fumar. 

Dejé de jugar a despeinarme 

para opinarme más joven, 

de conjugar la vida con tus mismos gestos, 

de tantearte las horas. 

Dejé de variar nuestras inclemencias 

en un casal de luciérnagas 

(no volamos, 

no brillamos, 

consumamos el  inexcusable error de dar un paso 

más allá del verano). 


Dejé de pensarte al hacer el amor 

(dejé de lado, también, 

la  necia pretensión de hacer el amor: 

copulo, 

fornico, 

me apareo, 

deshago el amor minuciosamente, 

con una diligencia  cirujana).


Dejé de vincular tu nombre 

al riesgo de mis labios. 

Ya no hay húmedas travesías 

por tu boca 

ni mugidos melancólicos sacudiéndote el cuerpo 

(ni siquiera 

en la pálida visitación del sueño). 

Dejé de acusar golpes y prologar 

una congoja perpetua.




Ya no hay nosotros. 

Ya no hay vos. 

Punto. 


Y aparte.




  

domingo, 5 de mayo de 2024

EL PRIMERO


 EL PRIMERO

 

Era el amor en el tiempo en que las frutas

parpadean cegadas de verano.

Mis dieciséis años en puntas de pie

no alcanzaban a sus veintiuno.

Pero su cara era una cicatriz blanca,

una luna llena encandilada,

cuando la noche se comía al tiempo

en su  insistente tic tac de deseo.

 

Yo lo pensaba y soñaba

los sueños de Camila O’Gorman.

Escaparnos, huir,

que me tocara,

deshojarme entre sus dedos.

Cambiar de nombre,

de rumbo,

de historia.

Él me pensaba, quizás,

y me llevaba a pasear en su mirada.

Dieciséis años,

guardapolvo tableado.

Y debajo de la piel un relámpago.

 

Una vez me besó.

Mi cuerpo insistía tanto

que él bajó hasta mi boca

y forjó un nido de saliva en mi lengua,

como si fuera el pájaro

más hermoso del mundo.

 

A veces pienso

que nunca volví a amar como lo amé.

Cien miradas y un beso.

Tan poco. Tanto.

 

Era el amor en un tiempo de flores,

una amenaza dulce,

una sed exquisita,

un nudo de sandías y cigarras.

Eso que nos pasa cuando tenemos dieciséis

y recordamos

como el primer dolor.

 

Como el primer milagro.

 

 

Arte: Romero Britto